Diego Siciarelli, es el
seudónimo de José Luis Domizi. Nació en Rosario-Argentina en la década del
sesenta. Estaba marcado para ser distinto, desde pequeño exploró los límites de
las travesuras, ya en el colegio, sabía que iba para aprender, aunque lo
primero era lo primero, y lo primero era divertirse.
Sale del jardín de su
infancia y llega a su juventud, con una personalidad bien forjada, de
naturaleza rebelde, indomable, orgulloso y aventurero. Humilde, buena persona y
sobre todo amigo de los que saben ser sus amigos; donde la palabra vale más que
la vida misma. Estudió para ser químico en el colegio más loco de la ciudad.
Aquel que fuera su país ya no lo es. Él es un ciudadano del mundo que lleva
pasaporte italiano, igual le sobran buenas palabras para la tierra que le
creció, le preparó, y cuando fue el momento sin rencor no le dijo adiós, sino
hasta luego.
Llegó al viejo mundo en
primavera, y allí lo recibieron las flores. Era todo muy bonito, pero aquel
seguía insatisfecho, viajó por toda Italia, y de allí a Europa y de Europa al
mundo. Hoy conoce más de 150 países. Castillos, pinturas, arquitecturas y
esculturas, a cada obra le agradece su legado, pero fue la gente quien hizo de
este muchacho pobre, un hombre rico de espíritu. Cada uno es el rey de su
propio reino, y este rey se hizo escritor. Amante de la libertad descubrió que
había otra forma de volar, volar escribiendo. Pero la libertad absoluta no
existe y a veces este escritor es esclavo de su trabajo. Feliz de crear, crear
para la gente que tal vez lo vio alguna vez pasar, para el mundo que le dio
cobijo, y para los amigos que le entregaron su corazón para que lo acompañe en
esta vida que no es otra cosa que un hermoso viaje de momentos y recuerdos.
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